A las cuatro de la tarde del jueves me meto otra vez en la ducha y pienso por enésima vez si debo cortarme las uñas. Arañan, llevo todo la semana pensándomelo y decido que no, que no voy acudir armada a esa cita pero que al menos voy a llevarme mis uñas y mi dientes conmigo. Y pienso en el hombre del tatuaje, en lo que hemos hablado sobre la psicopatía; yo tengo una parte así, lo sé, logro hacer esa liberación de las emociones de la que él me habla: 'sucesos sin sentimientos'; aunque sólo logre hacerlo transitoriamente, un periodo más allá de unas horas me haría sentir terriblemente vacía, algo comenzaría a andar muy mal por dentro y tendría que volver a entrar en mí y hacerme cargo del desastre y él parece estar convencido de que esa mujer también lo es, pero no como yo sino auténticamente, aunque recuerdo que alguna amiga suya estaba muy preocupada por él cuando nosotros íbamos a encontrarnos, porque pensaba que no era más que una loca... y quizás ese peligro que al le parecía que yo entrañaba fue precisamente lo que le asustó y también lo que más le atrajo de mí. Ese poder sumergirse y comprobar por si mismo lo de cierto que había, en el ser extremo y emocional que dejaban entrever mis letras... ¿Era yo algo Real?
Y le doy vueltas a otro correo que recibo de otro hombre, una hombre que creí que sí que había hablado con ella y por tanto oído su voz. Y éste lo que me dice es que estuvo a punto de quedar con una mujer que decía llamarse así pero que luego al final la cosa no prosperó y que tampoco pasaron en ningún caso de cruzar mensajes y e-mails. ¿Y si ella fuera un transexual como el tipo del silencio de los corderos? Y continúo bajo la ducha. Podría ser alguien muy desagradable. Podría ser perfectamente un hombre, cualquier hombre ... ella habla continuamente del coño pero el clítoris es como si no existiera, un sujeto omitido y hay una frase, toda una frase en su longitud que me golpea el pecho como si fuera un latido y también algo así como la música de Preisner, en 'Tres colores: azul' de Kielovski: 'Al final, una caricia en la que hay
sentimientos es más compleja interiormente que ...' . Por eso suspiro y luego me acuerdo de la historia de aquella mujer pensionista que tenía a marte en la casa octava y que lo que se le había ocurrido hacer para 'actuarlo' era encerrarse en una buhardilla a escribir novelas pornográficas que luego publicaba con un pseudónimo y de las que su familia no tenía ni la más remota idea. Y yo tengo marte ahí, como Diana de Gales y como el médico del balneario de Susana Tamaro en 'Donde el corazón te lleve'. La muerte y el sexo violento. Y Cecilia habla de una mujer paralizada en una silla de ruedas y al principio recuerdo que yo llegué a pensar en algo así. Si yo estuviera paralizada y me aburriera mucho... la recreación de un personaje en un diario virtual podría ser un estupendo motor. No tendría piernas pero tendría poder. El poder de hacer estremecer a otros con mi capacidad para copiar estilos y modelos literarios, y cosérselos a mis propias experiencias y mis pensamientos. Y entonces echaría de menos a Yvonee y dormíría bajo el Popocatépetl y Firmin y Lowry podrían convivir con pintadas callejeras y turbadoras: 'Porque sueño no lo soy', o sucias y obscenas: 'Eres una zorra'. Y luego 'Diamantes en el hielo', y ahí es cuando aparece Salva que es del norte pero de Julio no habla, sólo le menciona en un texto pero no le ha buscado un lugar, un pueblo como a Giorgo, una Matera, una teoría como la de la de Durrel. Un arco-iris de la gravedad que escribe un hombre que nadie recuerda haber visto y y lo gracioso es que a lo mejor ella sólo era esa mujer que decía ser...
¿Pero de qué quería apropiarse aquel transexual? De la piel de ellas para hacerse con los injertos de sus pieles un vestido que le dotase de lo que carecía, de lo más anhelado: un alma femenina; lo que les envidiaba a las mujeres y ningún cirujano del mundo podía implantarle, porque lo femenino, el eterno femenino no son los labios siliconados, ni los hilos de oro, ni unos pechos de fábula, ni vaginas reconstruidas, ni coños de diseño. Y hay hombres que sueñan con acariciar mujeres y hay hombres que lo que sueñan es con acariciar a esa única mujer que sueña sus sueños ¿Y si fuera cierto que Cecilia no tuviera sentimientos? ¿La inteligencia gélida merece la pena? ¿la merecía Pedro O.? Sí, como individuo pero no como cómplice pero él a su manera de urbanista y hombre enamorado de las ciudades invisibles de Calvino, me quería. ¿Cuál habría sido yo? Él dijo que todas, que sin duda ese era mi libro, y Cecilia lo es, es una ciudad continua y cuando escribe lo hace sin ninguna empatía y ahora es lunes y mi amiga está leyéndola por primera vez. En esta aventura ha ayudado a Dayanelis , una inmigrante que se dedica al cuidado de ancianos que viajan a bordo de sillas de ruedas que ella empuja y a los que Cecilia muestra siempre cayéndoseles las babas y con miradas perdidas en la inmensidad del infinito, ancianos que no son seres humanos que es como si ya fueran vegetales, muertos en vida que habría que matar..., y para que mentir en la ducha por un momento sé que acaricié el sueño de la muerte: si nos conociéramos, si nos convirtiéramos como ella dice en Amantes, si me amara... siempre podría pedirle que cuando llegue el momento, ese momento de 'la espiral y la matrushka' acabase conmigo. Y bueno, prosigo, decía que Celia ha ayudado a Dayanelis a escapar de un hombre-mono que la persigue y le ha comprado un billete de avión para Madrid dónde un amigo irá a recogerla y se supone que otro para Cuba. Y la chica le dice: 'No sé cómo voy a poder devolverte esto', y a Cecilia entonces se le congela la sangre porque no están en guerra, vive en una ciudad balneario y las personas no saben decir sólo gracias como si vivieran en una guerra. Pero yo no creo que eso sea lo que ocurre en las guerras, porque en las guerras y en los duelos lo que se necesita son sólo abrazos y calor y apoyo y abrigo y combatir el hambre y el dolor y el miedo. Así que esta chica que se supone que llora porque respira gratitud le dice: 'No sé cómo voy a poder devolverte esto', porque el dinero de otro para quién nunca lo ha tenido, para quién nunca ha sido de clase alta y ha nacido con él en las manos, sigue siendo algo que sabe que no le pertenece y que por tanto no le hace sentir bien cuando lo toma y sobre todas las cosas sigue sabiendo que no le pertenece... . Claro, yo tampoco sabría como 'pagárselo', como explicarle lo que ese préstamo que a lo mejor no puedo nunca devolverle supone para mí, ¿y Cecilia qué le contesta?: 'Mándame un cheque' y la chica se queda ahí quieta, paralizada, detenida, porque no sabe si esa mujer que tan generosamente se desprende de 'su dinero' ahora está hablándole en serio o no. Pero Cecilia se ríe, con esa risa suya que todos conocen, seguramente con una de esas risas mundanas como la de aquella mujer que a mí tanto me fascinaba y que se casó con mi tío, como la risa de su segunda mujer, la que no era cubana y si que era una estafadora... y Cecilia le quieta hierro al asunto con esa risa, se desprende del peso de la emoción, porque lo que le asquea realmente en la reacción de Dayanelis es la emoción y Dayanelis nunca podrá saber si ella lo dijo en serio o no pero lo que yo no podré olvidar es que las muestras de emoción a Cecilia le causan un frío cóncavo y azul. Y mi amiga que primero dice que nos encuentra muy parecidas se ha quedado pasmada con esa expresión que repite: 'Mándame un cheque. ¡Joder!'. Y yo me he sonreído porque esperaba por esa reacción suya, la había previsto y luego ella ha dicho que no le gusta, que no le gusta nada que vaya a encontrarme con esa mujer pero que tiene bastante claro una cosa: Cecilia no es ni peor ni mejor que yo, ni más dura, ni más fuerte, ni más peligrosa ni más obsidiana.
Y he tardado más de una hora en decidirme a abandonar la ducha porque creo sinceramente que puedo estar despidiéndome de la vida. Y a lo mejor no es como que sintiera que alguien iba a matarme sino que podría encontrarme con algo muy desagradable y las sensaciones no mejoran. Y yo nunca me equivoco. Siempre sé si voy hacia algún buen lugar o me dirijo a un destino terrible. Es como un don perverso, me habla 'el corazón', es un pálpito en el pecho y nunca he sabido si ese pálpito se esconde entre las diástoles o en los ventrículos pero habita ahí y sé que esta tarde tampoco me equivoco pero no quiero pararlo. Y sé perfectamente por qué... Estoy tratando de impresionar a 'alguien'. Y es lo más parecido que he vivido a esperar por un indulto. Así era: ¡Oye, mira que no es necesario que vengas a trabajar esta tarde. Tómate el día libre!. Hasta ese punto para mí es importante la libertad pero me maquillo y guardo todas las cosas necesarias para pasar una noche fuera en una bolsa de viaje, como si me fuera en vez de a un hotel a un penal, como aquel día con Pedro O. y Gloria, e incluso me entretengo en escribir algún que otro comentario jocoso por los blog que frecuento y burlándome de la muerte, una mala costumbre mía, lo sé, lo sé y cuando sólo me queda guardar el secador de mano y peinarme, siento la melodía del teléfono avisándome de la llegada de un mensaje, y es de Cecilia y dice:
17h27min... Un infarto ha terminado con giorgo esta mañana aunque solo hace 1 hora que lo se. Ahora solo podria darte un cuerpo sin bazo y besos amargos y eso es todo lo que no quiero darte. Un beso.
(sin acentos y sin mayúsculas... eso es pereza pero con todas las letras, no abrevia sus mensajes de móvil)
¡Hay que joderse! ¿Y a mí qué coño me importa que se muera Giorgo? ¿Pero además esta mujer que se piensa que sus lectores nos creemos todo lo que se le ocurre contar? No, pero tiene su encanto que ella hable de ectoplasmas y que se dedique a tergiversar crímenes y castigos. A lo mejor yo si maté a alguien y te escribo y te lo cuento y tú que tienes una audencia y por eso bocas que alimentar decides darle un giro literario y además uno brutal y a mí me parece increíble pero chica, no deja de parecerme increíble. E inmediatamente le escribo:
O sea que no tenemos una cita, ¿verdad? Venga que te repongas. Y besos.
Vale, porque yo no tengo inconveniente alguno en leer su diario como si fuera una vida ficticia pero real, como si fuera la vida que le gustaría tener, su vida interior pero ¿eso es a lo que ella llama vivir en un estado de guerra? A mí sólo se me murió mi abuelo pero aquel día lo que más me apetecía en mi dolor era follar con ''mi mejor amiga'', o sea con mi vecina del segundo; que éramos las dos un par de salidas del copón y no sé cómo nos lo hacíamos pero siempre estábamos calientes desde que teníamos siete u ocho años y aquello ocurrió a mis diecisiete y creo que en parte fue lo que acabó con nuestras relaciones, mi sentimiento de culpa pero ahora que el recuerdo se ha desbloqueado, casi plenamente, descubro que la deseaba mucho y sé que Montse fue la única mujer que he deseado hasta la devastación... y a mí sus besos amargos me habrían encantado. Yo no le pregunté cómo iba a ser su sabor. Me habría dado igual. Habría estado allí y la habría saboreado hasta las últimas consecuencias ¿A qué sabe la amargura? ¿A qué sabe el dolor? ¿A sal? Si hay lágrimas...
Y me he sentido liberada. ¿Por qué esa auténtica estupidez de pasar por algo que no deseas? ¿y qué idiotez más supina eso del ritual de iniciación? Yo a veces me pongo tan cerril que doy en gilipollas. Pero si yo ya era bisexual y tenía complejas, precarias y precoces relaciones sexuales prácticamente desde que tomaba el biberón. Es más no recuerdo ni un minuto de mi niñez sin sexualidad ni placer. Luego sí, llegó la sociedad con sus normas y me hicieron mucho daño y me resistí pero claudiqué, aunque sólo en apariencia porque Montse y yo seguimos jugando nuestros juegos y asomándonos a la ventana con el paraguas abierto para contarnos cosas hasta cuando llovía, porque yo estaba profundamente enamorada de su hermano pero el sexo siempre fue otra cosa, ese algo grato, eso divertido, esa aventura, ese refugio, esa ausencia de complicaciones y de sentimientos. Yo no necesito lecciones de nadie porque yo ya sabía vivir cuando la mayoría ni siquiera sospechaban lo que era la Vida, a lo qué olía la Vida.